My Mind.

 


         
                    Hacía mucho frío...todo se veía muy oscuro, lo único que mis ojos alcanzaban a ver           eran unos viejos árboles cubiertos de nieve.

                       
                    No sabía donde debía ir, solo sabía que tenía que seguir andando, soportando todo el         frío que poco a poco me iba congelando. Sentía como los dedos de mis pies iban perdiendo                 movilización haciendo que la simple tarea de andar se me hiciera cada vez más difícil y mi                 velocidad fuera disminuyendo. Seguí andando y empecé a pensar que mis ojos estaban perdiendo       la capacidad de ver los colores, ya que los únicos que veía eran un gris desgastado y sin fuerza en       el tronco de los árboles y el blanco de la capa de nieve que lo cubría todo.
                   De repente, se escucharon gritos. Busqué y no había nadie a mi alrededor, pero sentía que las ondas de ese estresante sonido estaban justo a mi lado, penetrando en lo más profundo de mi ser y dañando mi interior. Por alguna razón el clima se enfadó y una ventisca comenzó a empujarme y a congelarme aun más de lo que ya estaba. Mas partes de mi cuerpo comenzaron a dejar de moverse tan facilmente pero debía seguir adelante. De la nada escuché un llanto que se sentía igual que cerca que los gritos, ese llanto se me hacía tremendamente familiar, pero no lograba reconocer quien era. Quería ayudar pero por mucho que me esforzaba mis ojos no conseguían ver a nadie. Ya solo veía viento y nieve. El llanto cada vez se hacía más fuerte y yo cada vez me sentía peor por no poder ayudar, el viento aumentaba aun más y mi cuerpo tambaleaba de la poca fuerza que me quedaba. Noté como una lágrima se deslizaba por mi rostro congelándose al poco tiempo. Mis extremidades dejaron de funcionar y caí de rodillas en el suelo, quería pedir ayuda pero lo único que salía de mí eran lágrimas.

                 La nieve me estaba cubriendo, el llanto que aun se escuchaba estaba rasgando todo mi interior y mis pulmones y mi corazón estaban empezando a rendirse. No quería que todo acabara de esta manera, sola, congelada, dolida. De pronto, el llanto paró y escuché una cálida voz que decía: "Tranquila, todo estará bien". Vi algo de luz y apareció en mi un granito de esperanza. Alguien se acercó a mi, se agachó y sus cálidos brazos me rodearon. En ese mismo momento sentí calor y paz, y toda la nieve alrededor mía comenzó a derretirse. El sol, el cual pensaba que había dejado de existir, apareció de entre unas montañas que la oscuridad escondía. Se escuchaban agua y animales y todo tenía unos colores hermosos que hacían que mis pupilas se sintieran mejor que nunca. Me separé del abrazo y agradecí a la persona que llegó cual ángel para salvarme de todo. De nuevo comencé a llorar, pero de alivio.

        Al final, es cierto eso de que no existe mejor forma de quitar del frío que de un buen abrazo.















                     









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